LEYENDA DE FURA Y TENA

    Leyenda de Fura y Tena


La leyenda de Fura y Tena hace parte del patrimonio cultural de la zona de explotación de esmeraldas de Colombia y las dos montañas que los representan con 840 mt (Tena) y 500 mt (Fura) de altura, sobre el rio Minero Guaquimay, Carare o Zarbi como lo describe la leyena y que los divide en dos, son un orgullo y una muestra de la riqueza natural de la región conformada por un bosque nativo de una impresionante variedad silvestre entre las que se destacan las 3000 variedades de mariposas que también hacen parte de la historia. Estas montañas fueron lugar de culto de los indios Muzos, considerado asiento de sus dioses y altar de sacrificios.
La leyenda es parte de los relatos precolombinos que se han conservado en el tiempo gracias a la tradición oral de los habitantes de la región
La leyenda es parte de los relatos precolombinos que se han conservado en el tiempo gracias a la tradición oral de los habitantes de la región y que han sido recopilados por varios escritores plasmados en varios escritos de mitos y leyendas de la zona. A continuación podrán leer una de las versiones más completas de la Leyenda de Fura y Tena:
“Fue Are el supremo dios, creador del territorio y pueblo de los Muzos, como una inmensa sombra inclinada asomó por los lados del Gran Río (Magdalena) atravesando en lento vuelo la inmensidad del espacio y al vaivén de su paso columpiante, según la mayor o menor detención del movimiento, iban surgiendo las montañas y los valles como agradecida salutación a su creador. Se detuvo después a orillas del sagrado río minero y de un puñado de tierra formó los ídolos que llamó Fura (mujer) y Tena (Hombre), que arrojó después a la corriente, en donde, purificados por los besos de la espuma tomaron aliento y vida, siendo ellos, los dos primeros seres del linaje humano.
Are les señaló los límites de sus dominios, les enseñó a cultivar la tierra, fabricar la loza, tejer las mantas y a luchar bravíamente para defenderse de las fieras y de los seres extraños que llegaron a sus territorios; les dio normas de salud y de vida, inculcándoles la libertad sin limitaciones de ninguna especie, les puso el sol, la luna y las estrellas y para que eternamente gozaran de la tierra les concedió el privilegio de una perpetua juventud, pero el amor debía ser único y exclusivo entre los dos, regla de vida que violada por la infidelidad, traería para ambos la vejez y la muerte.
Así Fura y Tena fueron formando el mundo de los Muzos; pasaban años y siglos, generaciones y generaciones, pero el tiempo no llegaba hasta ellos; siempre en perpetua juventud y progresiva fecundidad veían como su descendencia descuajaba las montañas y poblaba los dominios. Cada Muzo, cumplidos los veinte años, escogía parcela y formaba su hogar, plenamente libre,  régimen de gobierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario